Que Jesucristo es un milagro desde el punto de vista humano. En su vida se armonizan admirablemente sentimientos aparentemente contrapuestos. La armonía y perfección humanas de Jesús son un auténtico milagro moral. Su realidad humana conduce al misterio de su Persona: que Jesucristo es el Verbo hecho carne, hecho Hombre.
La realidad de Jesucristo exige la aceptación de su misterio total aunque su modo de ser y de existir exceden toda capacidad humana. En Cristo hay una Persona divina -el Verbo- con dos naturalezas, una divina y otra humana. La fe que la Iglesia proclama sin posibilidad de error sobre Jesús es que en Él se da una naturaleza humana singular, pero no se da una persona humana.
Al comunicar a la naturaleza humana asumida su ser personal, el Verbo no perdió ni disminuyó su divinidad sino que elevó a Sí la naturaleza humana que asumía, haciéndola existir y dotándola de las prerrogativas y propiedades derivadas de la unión hipostática, es decir de la unión de las dos naturalezas en una sola Persona: la del Verbo, segunda Persona de la Santísima Trinidad. Cristo, pues, subsiste en dos naturalezas, ambas plenas, perfectas, íntegras: la divina y la humana.