20.5.14

ABRAHAM LO ARRIESGA TODO



El santo patriarca Abraham es el padre del pueblo escogido por Dios; en este hombre comienza la historia de la intervención amorosa de Dios para la salvación de la humanidad entera de las tremendas consecuencias que produce el  mal en la humanidad.

Su nombre era Abrám y procedía de la ciudad de Ur de Caldea, situada a la derecha del río Eúfrates, en donde se adoraba a la luna bajo el nombre de diosa “Sim”


 
Cuenta la Biblia que el Señor (Dios) se fijó en Abrám de un modo muy especial y le eligió para realizar una misión importantísima. Todo empezó un día cuando le dijo estas palabras: “Sal de tu tierra, de la casa de tu padre y de tus parientes, y ve a una tierra que yo te mostraré. Yo te haré padre de un gran pueblo, te bendeciré y engrandeceré tu nombre, y serán bendecidas en ti todas las familias de la tierra”  Gn.1,1-3

Abrám, obedeciendo a Dios, tomó a su mujer que se llamaba Sarai y a su sobrino que se llamaba Lot, así como al resto de su familia y todos sus rebaños y ganado. Salieron para la tierra de Canaán, muy lejos de donde él vivía. Cuando llegaron, dijo Dios a Abrám: “Esta es la tierra que daré a tus descendientes” Gn.12,7

Pero un hambre muy grande en aquel lugar obligó a Abrám a marchar a Egipto, en donde consiguió mejorar en ganado y riquezas. Luego regresó a Canaán y dio gracias a Dios.

Su sobrino Lot también se había enriquecido en Egipto e igualmente tenía rebaños, ganado y tiendas.

Se dieron cuenta Abrám y Lot de que no podían vivir juntos por ser mucha su hacienda, así que acordaron repartirse el territorio. Abrám, generosamente, dejó que Lot eligiera primero y este escogió lo que a primera vista parecía mejor: toda la tierra llana del Jordán que era fértil como el Paraíso. Abrám se dirigió hacia el lado contrario.

Lot asentó su campamento cerca de la ciudad de Sodoma, cuyos habitantes eran muy malos y pecadores ante Dios.

Después, dijo Dios a Abrám: “Alza tus ojos desde donde estás y mira hacia todas partes. Toda esa tierra que ves te la daré yo a ti y a tu descendencia para siempre, y haré tu descendencia tan incontable como el polvo de la tierra” Gn.13,14-16

Y Abrám creyó en El Señor y se instaló allí agradecido a Dios por esta gran promesa. Pero los reyes de otros pueblos cercanos presentaron batalla contra los reyes de Sodoma y Gomorra, los cuales fueron vencidos fácilmente. También Lot fue hecho prisionero con todos sus bienes. Cuando Abrám se enteró, reunió enseguida a todos los hombres a su servicio capaces de luchar con la espada y consiguió trescientos dieciocho hombres, saliendo al rescate de su querido sobrino. Pronto los encontró y, esperando que llegara la noche, ordenó el ataque y los tomó por sorpresa logrando rescatar a Lot con todos sus bienes y con su familia. Al regresar triunfante, le salieron al encuentro para felicitarle el rey de Sodoma y el rey de Salem —la futura Jerusalén— , que era sacerdote y se llamaba Melquisedec; este realizó una ofrenda de pan y vino al Señor en acción de gracias, y bendijo a Abrám diciendo: “Bendito Abrám del Dios altísimo, el Dueño de los cielos y la tierra, y bendito el Dios altísimo que te ha dado la victoria” Abrám, agradecido a Dios, entregó a este sacerdote la décima parte del botín que había conseguido con esta victoria. Gn.14,18-20 (En las lecturas de La Santa Misa se recuerda la ofrenda del Sumo Sacerdote Melquisedec cuando el sacerdote celebrante ofrece el pan y el vino que serán el cuerpo y la sangre de Cristo).

Tal como hizo Abram, más adelante el pueblo de Israel, tomaría la costumbre de ofrecer a Dios una parte del botín obtenido tras las batallas victoriosas (diezmo).

Después habló Dios a Abram en otra visión y le dijo: “No temas Abrám; yo soy tu escudo; tu recompensa será muy grande” Abrám le contestó: “¿Qué vas a darme Señor? No tengo hijos que puedan heredar mis bienes; serán mis criados quienes reciban la herencia” Pero enseguida Dios lo sacó fuera en la noche y le dijo: “Mira al cielo y cuenta, si puedes, las estrellas; así de numerosa será tu descendencia” Y Abram creyó. Gn.15,1-6


Al ver Sarai, la mujer de Abram, que no tenía hijos le dijo un día: “Como Dios me ha hecho estéril toma a mi esclava egipcia, Agar, a ver si por medio de ella puedo tener hijos” Abrám así lo hizo y Agar concibió un hijo en su seno. Orgullosa Agar, miraba con desprecio a su ama Saray, pero esta se lo manifestó a Abram el cual le dio permiso para que la corrigiera. Gn.16,1-5

En aquellos tiempos tan antiguos, Dios permitía que si uno no tenía hijos, pudiera tomar a una esclava para asegurar su descendencia, pero la verdadera mujer seguía siendo la primera. Hoy no podemos admitir que haya esclavos porque Jesucristo nos enseñó que todos los hombres somos hijos de Dios, e iguales en dignidad.

Agar fue corregida por Sarai, pero se molestó muchísimo y huyó al desierto. Allí un ángel del Señor se le apareció y le dijo: “Vuélvete a tu señora y humíllate bajo su mano, Yo multiplicaré tu descendencia que por lo numerosa no podrá contarse. Tendrás un hijo y le llamarás Ismael” Gn.16, 7-11 (se considera al pueblo árabe descendientes de Ismael, por eso son llamados ismaelitas)

Más adelante, Dios dijo a Abrám que no solo le haría padre de un pueblo, sino de una muchedumbre de pueblos, y le cambió el nombre de Abrám, que significa “mi Dios es excelso” por el de Abraham, que significa “padre de la muchedumbre” El Señor le dijo también: “Yo establezco contigo y con tus descendientes mi pacto eterno de ser vuestro Dios, y les daré en posesión para siempre, este país, la tierra de Canaán. Tú y tu descendencia guarden mi pacto: circunciden todo varón y esa será la señal de mi pacto entre Mí y ustedes”.  Gn.17,4-11

Desde entonces la circuncisión quedó como la señal externa de pertenencia al pueblo escogido por Dios (Israel).

Y añadió: “Y Saray, tu mujer, se llamará Sara, pues la bendeciré y te daré de ella un hijo a quien llamarás Isaac. También bendeciré a Ismael, el hijo de la esclava Agar y a sus descendientes, pero mi pacto lo estableceré con Isaac, el que te nacerá de Sara el año que viene por este tiempo”. Gn.17,15-16



Ismael cuando fue mayor tomó por mujer a una egipcia y tuvo 12 hijos.

Otro día en que estaba Abraham sentado a la puerta de su tienda se le apareció Dios en forma de tres personajes varones que se detuvieron delante de él. Uno de ellos era Dios y los otros eran dos ángeles. Abraham se postró ante ellos e hizo preparar una comida digna de tan honorables huéspedes, y se sentó con ellos mientras comían. Entonces Dios le recordó que su mujer, Sara, tendría un hijo para el año siguiente. Pero Sara, que estaba dentro de la tienda oyendo la conversación, se rió porque pensaba que eso para ella era imposible pues era bastante vieja. Dios preguntó a Abraham: “¿Por qué se ha reído Sara? ¿Hay algo imposible para Mí?” Sara temerosa dijo: “No me he reído” Pero Dios le dijo: “Sí te has reído”. Gn.18,1-15


 “Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba”
Hebreos 11:8



Pensando en todo esto Dios me traía a mi mente y a mi corazón esta Palabra: ARRIESGARSE. Y es que la vida cristiana es de riesgos, porque FE es tomar riesgos.

Pero cuando hablo de arriesgarse no hablo de hacer locuras que sean producidas por nuestra mente humana, sino de hacer aquello que Dios te ha mandado a hacer, pero que realmente no entiendes muy bien ni el ¿Por qué?, ni el ¿Para qué?

Eso es lo divertido de la vida cristiana, saber que Dios te está mandando a hacer algo que tu mente no comprende, pero que su final es un FINAL DE IMPACTO.

Y es que el que no se arriesga no puede ver lo MARAVILLOSO de todo esto, ni mucho menos podrá tomar conciencia de la Bendición de Dios, porque hay momentos en la vida, en donde TODOS anhelamos ver el Poder de Dios, pero en donde no queremos arriesgarnos a obedecer al pie de la letra su Palabra.

En la Biblia encontramos muchos personajes que decidieron arriesgarse en FE para poder ver la Gloria de Dios.

Un Abraham al que Dios lo saca de su tierra y de su parentela. En el libro del Génesis 12: 1 y 2 dice: “Pero Yave había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición”.

Si Abraham no se hubiera arriesgado a creer lo que Dios le prometió, hoy no lo conoceríamos como “El padre de la fe” o “El amigo de Dios”.

Sin duda el tomar riesgos en FE dio como resultado un ser llamado “Un hombre conforme al corazón de Dios”.

Así podría mencionar muchos otros personajes que se arriesgaron creyéndole a Dios y no fueron defraudados.

Fe es tomar riesgos, pero ¿Será que estamos dispuestos a tomar riesgos en el Amor verdadero?

Es momento de entender que para experimentar la GLORIA de Dios, ese  Amor extraordinario que me lleva a hacer grandes cosas, necesito arriesgarme en FE, eso sí, es conveniente asegurarme que no solo sea una emoción humana y que realmente el mandato proviene de Dios, pues todo lo que viene de DIOS es Amor, prevalece y es respaldado, más la simple emoción nunca llega lejos pues pierde fuerza frente al menor percance o inconveniente que me cuestione.



En muchas ocasiones las personas nos preguntamos sobre el sentido de la fe, de nuestro ser, de la vida, de la existencia en general. Hay momentos en que "lo realmente importante", lo significativo de la vida "se nos aparece" como le ocurrió a Abraham... nos pasa por delante nuestro, y si nos atrevemos a ser quienes tenemos que Ser, a correr el riesgo de  seguir adelante, de ir tras eso importante que se me presentó y de vivirlo con intensidad ... en ese instante estamos en contacto con el momento presente, con nosotros mismos, con nuestra esencia, con el Amor, con nuestros propios sentimientos, con las sensaciones que nos produce todo esto, en ese aquí y ahora, como lo fue para nuestro padre en la fe, ese instante tan importante será tan significativo para nosotros que perder esa oportunidad sería un hecho de cobardía por no arriesgarse a vivirlo.


Comparto un poema que hace un tiempo conocí y creo que es muy motivador con respecto a la temática tratada.


Arriesgarse

Reír, es arriesgarse a parecer loco,
llorar, es arriesgarse a parecer sentimental.

Ofrecerse es correr el riesgo
de implicarse y comprometerse.

Explorar las ideas o los sueños en público
es arriesgarse a perderlos.

Amar es arriesgarse a no ser amado.

Vivir es arriesgarse a morir.

Esperar es correr el riesgo de desesperarse.

Intentarlo es arriesgarse a fallar.

Pero tenemos que arriesgarnos,
porque el mayor fracaso de la vida
es no arriesgar nada.

Aquellos que no arriesgan nada, no hacen nada,
no tienen nada, no son nada.
Evitan el sufrimiento pero simplemente no pueden aprender,
ni sentir, ni cambiar, ni crecer, ni amar, ni vivir.
Encadenados por sus servidumbres son esclavos.
Han olvidado la libertad.

Sólo a aquellos que arriesgan
se les puede llamar LIBRES.





Arriesgate; es cierto que podés perder, pero... ¿Has pensado en lo que podés ganar?




Extraído y adaptado de la publicación de Eduardo Arquer "Historias de la Biblia"