El santo patriarca Abraham es el padre del pueblo escogido
por Dios; en este hombre comienza la historia de la intervención amorosa de
Dios para la salvación de la humanidad entera de las tremendas consecuencias que
produce el mal en la humanidad.
Su nombre era Abrám y procedía de la ciudad de Ur de Caldea,
situada a la derecha del río Eúfrates, en donde se adoraba a la luna bajo el
nombre de diosa “Sim”
Cuenta la Biblia que el Señor (Dios) se fijó en Abrám de un
modo muy especial y le eligió para realizar una misión importantísima. Todo
empezó un día cuando le dijo estas palabras: “Sal de tu tierra, de la casa de
tu padre y de tus parientes, y ve a una tierra que yo te mostraré. Yo te haré
padre de un gran pueblo, te bendeciré y engrandeceré tu nombre, y serán
bendecidas en ti todas las familias de la tierra” Gn.1,1-3
Abrám, obedeciendo a Dios, tomó a su mujer que se llamaba
Sarai y a su sobrino que se llamaba Lot, así como al resto de su familia y
todos sus rebaños y ganado. Salieron para la tierra de Canaán, muy lejos de
donde él vivía. Cuando llegaron, dijo Dios a Abrám: “Esta es la tierra que daré
a tus descendientes” Gn.12,7
Pero un hambre muy grande en aquel lugar obligó a Abrám a
marchar a Egipto, en donde consiguió mejorar en ganado y riquezas. Luego
regresó a Canaán y dio gracias a Dios.
Su sobrino Lot también se había enriquecido en Egipto e
igualmente tenía rebaños, ganado y tiendas.
Se dieron cuenta Abrám y Lot de que no podían vivir juntos
por ser mucha su hacienda, así que acordaron repartirse el territorio. Abrám,
generosamente, dejó que Lot eligiera primero y este escogió lo que a primera
vista parecía mejor: toda la tierra llana del Jordán que era fértil como el
Paraíso. Abrám se dirigió hacia el lado contrario.
Lot asentó su campamento cerca de la ciudad de Sodoma, cuyos
habitantes eran muy malos y pecadores ante Dios.
Después, dijo Dios a Abrám: “Alza tus ojos desde donde estás
y mira hacia todas partes. Toda esa tierra que ves te la daré yo a ti y a tu
descendencia para siempre, y haré tu descendencia tan incontable como el polvo
de la tierra” Gn.13,14-16
Y Abrám creyó en El Señor y se instaló allí agradecido a
Dios por esta gran promesa. Pero los reyes de otros pueblos cercanos
presentaron batalla contra los reyes de Sodoma y Gomorra, los cuales fueron
vencidos fácilmente. También Lot fue hecho prisionero con todos sus bienes.
Cuando Abrám se enteró, reunió enseguida a todos los hombres a su servicio
capaces de luchar con la espada y consiguió trescientos dieciocho hombres,
saliendo al rescate de su querido sobrino. Pronto los encontró y, esperando que
llegara la noche, ordenó el ataque y los tomó por sorpresa logrando rescatar a
Lot con todos sus bienes y con su familia. Al regresar triunfante, le salieron
al encuentro para felicitarle el rey de Sodoma y el rey de Salem —la futura
Jerusalén— , que era sacerdote y se llamaba Melquisedec; este realizó una
ofrenda de pan y vino al Señor en acción de gracias, y bendijo a Abrám
diciendo: “Bendito Abrám del Dios altísimo, el Dueño de los cielos y la tierra,
y bendito el Dios altísimo que te ha dado la victoria” Abrám, agradecido a
Dios, entregó a este sacerdote la décima parte del botín que había conseguido
con esta victoria. Gn.14,18-20 (En las lecturas de La Santa Misa se
recuerda la ofrenda del Sumo Sacerdote Melquisedec cuando el sacerdote
celebrante ofrece el pan y el vino que serán el cuerpo y la sangre de Cristo).
Tal como hizo Abram, más adelante el pueblo de Israel,
tomaría la costumbre de ofrecer a Dios una parte del botín obtenido tras las
batallas victoriosas (diezmo).
Después habló Dios a Abram en otra visión y le dijo: “No
temas Abrám; yo soy tu escudo; tu recompensa será muy grande” Abrám le
contestó: “¿Qué vas a darme Señor? No tengo hijos que puedan heredar mis
bienes; serán mis criados quienes reciban la herencia” Pero enseguida Dios lo
sacó fuera en la noche y le dijo: “Mira al cielo y cuenta, si puedes, las
estrellas; así de numerosa será tu descendencia” Y Abram creyó. Gn.15,1-6
Al ver Sarai, la mujer de Abram, que no tenía hijos le dijo
un día: “Como Dios me ha hecho estéril toma a mi esclava egipcia, Agar, a ver
si por medio de ella puedo tener hijos” Abrám así lo hizo y Agar concibió un
hijo en su seno. Orgullosa Agar, miraba con desprecio a su ama Saray, pero esta
se lo manifestó a Abram el cual le dio permiso para que la corrigiera. Gn.16,1-5
En aquellos tiempos tan antiguos, Dios
permitía que si uno no tenía hijos, pudiera tomar a una esclava para asegurar
su descendencia, pero la verdadera mujer seguía siendo la primera. Hoy no
podemos admitir que haya esclavos porque Jesucristo nos enseñó que todos los
hombres somos hijos de Dios, e iguales en dignidad.
Agar fue corregida por Sarai, pero se molestó muchísimo y
huyó al desierto. Allí un ángel del Señor se le apareció y le dijo: “Vuélvete a
tu señora y humíllate bajo su mano, Yo multiplicaré tu descendencia que por lo
numerosa no podrá contarse. Tendrás un hijo y le llamarás Ismael” Gn.16, 7-11
(se considera al pueblo árabe
descendientes de Ismael, por eso son llamados ismaelitas)
Más adelante, Dios dijo a Abrám que no solo le haría padre
de un pueblo, sino de una muchedumbre de pueblos, y le cambió el nombre de
Abrám, que significa “mi Dios es excelso” por el de Abraham, que significa
“padre de la muchedumbre” El Señor le dijo también: “Yo establezco contigo y
con tus descendientes mi pacto eterno de ser vuestro Dios, y les daré en
posesión para siempre, este país, la tierra de Canaán. Tú y tu descendencia
guarden mi pacto: circunciden todo varón y esa será la señal de mi pacto entre
Mí y ustedes”. Gn.17,4-11
Desde entonces la circuncisión quedó como la señal externa
de pertenencia al pueblo escogido por Dios (Israel).
Y añadió: “Y Saray, tu mujer, se llamará Sara, pues la
bendeciré y te daré de ella un hijo a quien llamarás Isaac. También bendeciré a
Ismael, el hijo de la esclava Agar y a sus descendientes, pero mi pacto lo
estableceré con Isaac, el que te nacerá de Sara el año que viene por este
tiempo”. Gn.17,15-16
Ismael cuando fue mayor tomó por mujer a una egipcia y tuvo
12 hijos.
Otro día en que estaba Abraham sentado a la puerta de su
tienda se le apareció Dios en forma de tres personajes varones que se
detuvieron delante de él. Uno de ellos era Dios y los otros eran dos ángeles.
Abraham se postró ante ellos e hizo preparar una comida digna de tan honorables
huéspedes, y se sentó con ellos mientras comían. Entonces Dios le recordó que
su mujer, Sara, tendría un hijo para el año siguiente. Pero Sara, que estaba
dentro de la tienda oyendo la conversación, se rió porque pensaba que eso para
ella era imposible pues era bastante vieja. Dios preguntó a Abraham: “¿Por qué
se ha reído Sara? ¿Hay algo imposible para Mí?” Sara temerosa dijo: “No me he
reído” Pero Dios le dijo: “Sí te has reído”. Gn.18,1-15
“Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció
para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a
dónde iba”
Hebreos 11:8
Pensando en todo esto Dios me traía a mi mente y a mi corazón esta
Palabra: ARRIESGARSE. Y es que la
vida cristiana es de riesgos, porque FE
es tomar riesgos.
Pero cuando hablo de arriesgarse no hablo de hacer locuras
que sean producidas por nuestra mente humana, sino de hacer aquello que Dios te
ha mandado a hacer, pero que realmente no entiendes muy bien ni el ¿Por qué?,
ni el ¿Para qué?
Eso es lo divertido de la vida cristiana, saber que Dios te
está mandando a hacer algo que tu mente no comprende, pero que su final es un
FINAL DE IMPACTO.
Y es que el que no se arriesga no puede ver lo MARAVILLOSO de
todo esto, ni mucho menos podrá tomar conciencia de la Bendición de Dios,
porque hay momentos en la vida, en donde TODOS anhelamos ver el Poder de Dios,
pero en donde no queremos arriesgarnos a obedecer al pie de la letra su
Palabra.
En la Biblia encontramos muchos personajes que decidieron
arriesgarse en FE para poder ver la Gloria de Dios.
Un Abraham al que Dios lo saca de su tierra y de su
parentela. En el libro del Génesis 12: 1 y 2 dice: “Pero Yave había dicho a
Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la
tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición”.
Si Abraham no se hubiera arriesgado a creer lo que Dios le
prometió, hoy no lo conoceríamos como “El padre de la fe” o “El amigo de Dios”.
Sin duda el tomar riesgos en FE dio como resultado un ser
llamado “Un hombre conforme al corazón de Dios”.
Así podría mencionar muchos otros personajes que se
arriesgaron creyéndole a Dios y no fueron defraudados.
Fe es tomar riesgos, pero ¿Será que estamos dispuestos a
tomar riesgos en el Amor verdadero?
Es momento de entender que para experimentar la GLORIA de
Dios, ese Amor extraordinario que me lleva
a hacer grandes cosas, necesito arriesgarme en FE, eso sí, es conveniente asegurarme
que no solo sea una emoción humana y que realmente el mandato proviene de Dios,
pues todo lo que viene de DIOS es Amor, prevalece y es respaldado, más la
simple emoción nunca llega lejos pues pierde fuerza frente al menor percance o inconveniente
que me cuestione.
Arriesgarse
Reír, es arriesgarse a parecer loco,
llorar, es arriesgarse a parecer sentimental.
Ofrecerse es correr el riesgo
de implicarse y comprometerse.
Explorar las ideas o los sueños en público
es arriesgarse a perderlos.
Amar es arriesgarse a no ser amado.
Vivir es arriesgarse a morir.
Esperar es correr el riesgo de desesperarse.
Intentarlo es arriesgarse a fallar.
Pero tenemos que arriesgarnos,
porque el mayor fracaso de la vida
es no arriesgar nada.
Aquellos que no arriesgan nada, no hacen nada,
no tienen nada, no son nada.
Evitan el sufrimiento pero simplemente no pueden aprender,
ni sentir, ni cambiar, ni crecer, ni amar, ni vivir.
Encadenados por sus servidumbres son esclavos.
Han olvidado la libertad.
Sólo a aquellos que arriesgan
se les puede llamar LIBRES.
Arriesgate; es cierto que podés perder, pero... ¿Has pensado
en lo que podés ganar?
Extraído y adaptado de la publicación de Eduardo Arquer
"Historias de la Biblia"