24.6.08

ESCUCHAR LO INAUDIBLE (cuento)



Llegado el momento, cuando los niños de la aldea dejaban de ser tales para dar un nuevo paso dentro de su comunidad, Ahú fue puesto en manos del anciano de la comunidad por su padre el cacique.

Ahú se dirigió a la choza en el bosque, donde vivía el anciano, y lo esperó un tiempo en la espesura hasta que éste se hiciera presente terminadas sus conocidas caminatas por senderos que sólo él conocía.

Tenía algo de miedo, pero estaba demasiado intrigado por el nuevo momento que le tocaba vivir como para admitir que cierto temor anidaba en su corazón.

Se acercó el anciano llamado Cherubitá y lo interrogó sobre lo que hacía allí:

- Estoy acá porque ya llegó la hora de prepararme para ser cacique de mi aldea y mi padre me envió.

- Bien has dicho, pero ¿por qué has venido?

- Ya se lo he dicho Cherubitá...aunque...

- A ver, decime eso que creés que tenés que decir.

- He venido porque quería saber de qué se trata eso que los adultos de la aldea llaman crecer.

- Ahora vas a ir al monte y vas a dedicarte lo que te queda de este día y toda la noche a escuchar.

- ¿A escuchar?, ¿sólo de eso se trata?

- Así es, andá y nos veremos nuevamente acá mañana.

Así lo hizo Ahú, y se dirigió al monte con cierta decepción ya que se había imaginado que le habrían desafiado a alguna otra aventura, tal vez cazar algún animal, correr por senderos peligrosos, enfrentar a algún monstruo que saliera de la espesura del monte en la noche. Pero no, resultó que este anciano enclenque lo mandó al monte a escuchar. ¡Cómo si eso fuera gran cosa! ¿Acaso no lo había hecho siempre?

Ahú se pasó toda la noche venciendo al sueño y escuchando. ¡Gran cosa!

A la mañana siguiente, tal como se lo había dicho Cherubitá regresó al claro del monte, donde estaba la choza, allí encontró al anciano.

- ¿Hiciste lo que te dije? ¿Qué escuchaste?

- Hice lo que me dijo Cherubitá. Escuché el croar de las ranas, los murciélagos y sus chirridos volando por entre las plantas, algunas otras aves que por allí andaban cubiertas en la noche y, a lo lejos, un sonido como de una inmensa fiera....tal vez un yaguareté.

- No es suficiente...ahora comerás y descansarás, pero a la tarde volverás al monte e intentarás escuchar mejor.

Dicho esto el anciano se retiró a su caminata dejando al pobre Ahú un poco enojado y otro tanto confundido por lo que le había dicho.

Comió y descansó. A la tarde, volvió a internarse en el monte. Sin embargo, a pesar de que Ahú describía más y más sonidos, a media mañana del día siguiente se repitió el diálogo.

Pasaron algunos días, Ahú ya estaba a punto de regresar abatido a la aldea, convencido de que el anciano no era ningún sabio sino un viejo loco que lo estaba mortificando, cuando decidió insistir una vez más pensando en las expectativas que habían puesto en él su familia, sus amigos, su gente de la aldea.

Esa noche el joven vivió una experiencia muy fuerte, a medida que pasaba el tiempo y se acercaba el amanecer, aumentaban sus ganas de quedarse allí. Ese monte le estaba regalando algo tan valioso..., pero llegado el momento volvió con una alegría que le invadía el corazón y con inmensas ganas de compartir lo vivido con el anciano Cherubitá.

- ¿Qué escuchaste Ahú? –le preguntó el anciano.

- Escuché sonidos que jamás había escuchado: los latidos de los corazones de los pichones mientras su madre se acercaba al nido, los rayos de la luna mientras se posaban sobre las hojas de los árboles; escuché las gotas del rocío al amanecer, la hierba creciendo con los primeros rayos de sol...Pero más fuerte que todo eso, es que escuché pasos...Los pasos de mis antepasados, de mis abuelos y de mis padres en el caminar de sus vidas, sus ideales, sus alegrías y tritezas...Escuché las voces de los que aún están y de los que ya se fueron.

- Ahora si escuchaste bien, aprendiste a escuchar lo inaudible...Ahora sí podrás ser buen líder para tu pueblo, ahora podés volver con los tuyos porque descubriste el valor de escuchar de esa manera.

Y así lo hizo. Ahú volvió y, mientras regresaba, sentía que en su corazón comenzaba a anidar una nueva certeza; ya nada volvría a ser como antes.

Había aprendido a escuchar lo inaudible.

Responder: 1 ¿De qué trata la historia? ; 2 ¿Por qué tiene ese título?; 3 ¿Qué aprendió el joven?


4 Conclusiones